El obispado puede nombrar un exorcista, o derivar el caso a otro exorcista cercano al lugar. Si esto no fuese posible, y hasta que se encuentre un exorcista, la persona afectada debe llevar una buena vida cristiana, fiel y perseverante, confiando en Dios sin desfallecer. Será muy beneficioso que la persona asista diariamente a misa, sin comulgar si uno no está confesado, que lea el Evangelio (por ejemplo, cinco minutos diarios) y rezar el santo rosario.